Mamá, papá, ¡Al año
que viene quiero volver!
Puede que sea la frase
más repetida por los niños a la vuelta de un campamento. Seguido de
todas las anécdotas y cosas divertidas que han pasado durante una
semana con un montón de amigos nuevos. Y los padres piensan felices
lo mucho que se han divertido sus hijos. Como si divertirse fuera lo
que más han hecho. No y no. Lo que más han hecho ha sido aprender,
aprender y aprender, aunque ellos no sean conscientes de ello.
Porque estoy segura de
que, quizás no se acuerden de las clases de matemáticas de hace dos
meses, pero si recuerdan esa pegadiza canción que cantaba en el
campamento sobre las partes del cuerpo.
Eso es lo bueno de los
campamentos, que los niños disfrutan, ríen, pasan tiempo con niños
que quizás no conocen, y sobre todo sin darse la más mínima cuenta
han aprendido.
¿Y que hacen que los
campamentos sean tan educativos sin llegar a ser una escuela reglada?
La educación no formal.
Y os preguntareis, ¿Que
es la educación no formal?
Es la forma de educar que
se lleva a cabo lejos del ámbito escolar y no esta sujeta a un
sistema reglado.
¿Cómo empezó esta
forma de educar?
De la mano de autores
como Rousseau o Montaigne, los cuales defendieron nuevos métodos de
educación como el excursionismo y las salidas al aire libre.
Ejemplos de este tipo de
educación no son solo los campamentos. También están las clases de
danza, las de fútbol, la natación, las clases de pintura, los
idiomas.
Esta educación no formal
ha sido nuestro tema elegido para realizar un trabajo de
investigación, del cual hemos elaborado el siguiente póster.
Referencias Bibliográficas:
- Mª Mar del Pozo Andrés (Coord.) 2009: Teorías e instituciones contemporáneas de educación. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid, págs. 377-390
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